Tenemos los amores de los dioses KUNIRAYA Y KAWILLAKA.
Kuniraya era una divinidad mas antigua que Pariaqaqa. Su
nombre iba muchas veces asociado al de Wiracocha. A veces la
invocaba; "Kuniraya wiracocha, Runakámaj, Qámpac Runayki". Antes
de él no había nada en el mundo. El creó los árboles, los ríos, animales y los
campos para el sustento de los hombres.
Kuniraya caminaba muy mal vestido y los que no lo
conocían le miraban como un mendigo piojera. Sin embargo, presto grandes
servicios a la humanidad. Un día conoció a Kawillaka, wak´a
deslumbrante de hermosura, y se enamoró de ella. La diosa vivía con absoluto
recato y nunca escuchó los requerimientos de sus numerosos pretendientes. Pero
Kuniraya era muy sabio y, al no poder lograr sus pretensiones,
se convirtió en pájaro, yendo a posarse al ramaje de un árbol de
Lúcuma, debajo del cual se encontraba la diosa; tomo un fruto maduro y,
depositando dentro de él su semen, lo dejó caer junto a la doncella. Esta sin
darse cuenta lo alzó del suelo y lo encontró muy sabroso.
Aunque no la había tocado
varón alguno, kawillaka se sintió embarazada y a su debido tiempo dio a luz a
un niño. Cuando este cumplió su primer año edad, la madre decidió conocer
al padre y con tal objeto convoco a todos los wak´as del lugar. Ellos se
presentaron ostentando los mejores trajes y Kawillaka fue preguntándoles.
Ninguno se consideraba padre de su hijo. Hacia el final descubrió ella a
kuniraya; pero al verlo tan harapiento no creyó haber
podido concebir para semejante infeliz y no le dirigió la palabra. A
fin de no verse defraudada la diosa quiso recurrir a otros medios antes de que
se dispersaran los wak´as. le dijo al niño: "Anda tu mismo y reconoce a tu
padre", y a los otros: "Aquel a cuyas rodillas suba el niño, ese sera
reconocido como su padre". El niño fue caminando a gatas entre los dioses
sentados y acabó por trepar a las rodillas de Kuniraya. La wak´a se levantó
airada y dijo: "¿Hubiese dado yo a luz un hijo de semejante padre?"
alzo al niño en brazos y huyó. Kuniraya mostróse al punto, vestido con un
traje de oro y, haciendo que el mundo se cubriera de resplandores, corrió atrás
de la diosa. Pero ella huía veloz, sin volver la cara, hacia el mar. Incapaz de
resignarse a perderla, el wak´a fue siguiendo su rastro y preguntando por ella
a los animales que encontraba al paso. Todo fue inútil. La diosa se arrojó al
mar y ella y su hijo se convirtieron en rocas.
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